La frase «la sangre es vida» se ha repetido hasta la saciedad, una aseveración que lleva a muchos a concluir que no utilizar dicho fluido como tratamiento médico equivale a la muerte del paciente.
En cambio, en los últimos años se constata una creciente sensibilización social en relación con los inconvenientes de la transfusión. Por ejemplo, ya en 1996 una encuesta Gallup realizada en Canadá mostró que el 89% de los encuestados preferirían otra alternativa a la transfusión de sangre, aún cuando esta se considerara necesaria durante el acto quirúrgico.
En la actualidad, las personas informadas no siempre aceptan una transfusión de sangre, pues existe una lógica preocupación por las consecuencias que pudieran derivarse de ella. No es para menos ya que, si bien las transfusiones resultan hoy más seguras que antes, lo cierto es que no se deben pasar por alto los riesgos evidentes que conllevan, algunos ya ampliamente conocidos, como: transmisión de graves enfermedades infecciosas, reacciones transfusionales, o alteraciones del sistema inmunológico, y otros quizás aún por conocer.
La preocupación de los profesionales de la salud debe estar centrada en dar a los pacientes la mejor atención médica y la cirugía más segura, de más calidad. Por eso la medicina moderna se ocupa, con creciente intensidad, en resolver este problema, atendiendo a la demanda de la gente y ofreciendo la posibilidad de una cirugía libre de los efectos perjudiciales y riesgos potenciales de la sangre y sus derivados.
De hecho, en las revistas médicas más prestigiosas proliferan artículos sobre técnicas de ahorro hemático, y se suceden con inusitada frecuencia congresos y simposios sobre cirugía sin sangre, que están generando en la clase médica un interés creciente. Es evidente que algo está cambiando en la manera de entender la praxis médica en este campo. Un principio que parecía inamovible hace sólo unos años “la sangre es vida”, se está tornando hoy día en: “vida más segura, sin transfusión de sangre”.
Convendría aclarar a qué nos referimos al hablar de cirugía o tratamiento médico sin sangre, y también qué alternativas ofrece la medicina moderna para paliar el uso de sangre o hemoderivados.
Cirugía sin sangre. El concepto se utiliza con frecuencia en la literatura quirúrgica, y se aplica a una gran variedad de procedimientos destinados a prevenir las pérdidas sanguíneas y minimizar o suprimir la transfusión. Es decir, un conjunto de estrategias que aplicadas de forma combinada o aisladamente evitan el uso de sangre y hemoderivados. Para conseguir dicho objetivo, se siguen tres líneas de actuación: 1) reducir al máximo las pérdidas, 2) rentabilizar la propia sangre del paciente mediante técnicas quirúrgicas y anestésicas adecuadas, y 3) utilizar sustancias farmacológicas que estimulen la producción endógena de sangre (hematopoyesis).
Alternativas. Algunas de las alternativas que se están utilizando son las siguientes:
Instrumentos quirúrgicos hemostáticos, tales como el electrocauterio, bisturí ultrasónico o el coagulador de rayo argón, que reducen la hemorragia y contribuyen a una menor manipulación de los tejidos. También existen agentes hemostáticos tópicos.
Autotransfusión, la reutilización de la propia sangre del individuo; ya sea mediante técnicas de hemodilución (extracción de sangre y sustitución del volumen extraído por soluciones expansoras en el momento de comenzar la intervención) o de recuperación del foco hemorrágico durante o inmediatamente después de la intervención, para ser reinfundida al paciente mediante máquinas especiales.
Expansores del plasma, fluidos sintéticos que pueden transfundirse como sustitutos temporales de la sangre para mantener el volumen plasmático, la presión, y mejorar la circulación.
Eritropoyetina, versión biosintética de una hormona humana natural que estimula la producción de glóbulos rojos.
Fármacos antifibrinolíticos, como el ácido tranexámico y épsilon aminocaproico, que reducen la hemorragia durante y después de una intervención quirúrgica, actuando tanto en la función plaquetaria como en la coagulación y la fibrinolisis.
Compuestos de hierro, ácido fólico, vitamina B12 y otras sustancias necesarias para la formación de las células sanguíneas.
Soluciones transportadoras de oxígeno. Sustituyen la capacidad de la sangre para transportar el oxígeno a los tejidos.
La aplicación de estas técnicas, que comenzaron a investigarse hace muchos años en los Testigos de Jehová, quienes rechazan las transfusiones de sangre por razones religiosas, está produciendo unos resultados sorprendentes, hasta el punto de que miles de facultativos en el ámbito mundial han hecho suya la cita de Viele y Weiskopf en el artículo: «¿Qué nos enseñan acerca de la necesidad de transfundir los pacientes que rechazan la transfusión?». Los autores mencionan que las técnicas aprendidas en el tratamiento de estos pacientes sirven de paradigma para tratar óptimamente a los demás pacientes quirúrgicos .
En la actualidad, ya existen en el mundo mas de doscientas unidades de cirugía sin sangre. A este respecto, la revista médica Jano hace ya algunos años publicó un artículo titulado «¿Hacia una medicina sin Transfusiones?». En él se explicó que en Estados Unidos ya existían entonces cerca de cien centros hospitalarios con programas de medicina y cirugía sin sangre o hemoderivados. Su número ha crecido tanto en los últimos 5 años que ya cuentan con una organización propia: la Asociación Nacional de Medicina sin Sangre (NABS).
En España, algunos de los grandes cirujanos, como mi amigo el Dr. Juan Manuel Revuelta, Jefe del Servicio de Cirugía Cardiovascular del Hospital Universitario Marqués de Valdecilla de Santander, comparten hoy estas iniciativas. El Dr. Revuelta ha escrito: «Desde hace unos años venimos interviniendo quirúrgicamente a pacientes con patología cardiovascular compleja sin utilización de hemoderivados, en los que hemos podido demostrar resultados tan satisfactorios como con el resto de nuestros pacientes. De hecho, raramente utilizamos hemoderivados, gracias a este programa que iniciamos con los testigos de Jehová».
Una nota de prensa que leí hace unos días informaba que en el hospital La Paz de Madrid, se vienen aplicando desde 1998 varios programas de ahorro de sangre con los que se ha conseguido una reducción efectiva en el consumo de hemoderivados. En intervenciones de columna se ha conseguido reducir notablemente las unidades transfundidas, incluso alcanzando una tasa transfusional del 0% en operaciones de prótesis de rodilla.
Uno de los colectivos que más se ha beneficiado de estas técnicas son los testigos de Jehová quienes, por razones religiosas, se han negado desde hace mucho tiempo a recibir transfusiones de sangre, cuando casi nadie dudaba de sus múltiples beneficios. ¿Porqué? ¿Qué les motiva a tomar esta decisión?
Hace miles de años la Biblia ya hablaba de esta objeción. Sorprende encontrar en ella más de 300 referencias a la sangre, a la que se le da un valor sagrado. Por esta razón el mandato divino “Absténganse de… sangre” se deja traslucir claramente a lo largo de las Escrituras en textos como Génesis 9:4, Levítico 17:13,14 ó Hechos 15: 28,29. Esta norma ya fue comprendida y respetada por los cristianos primitivos. Como relata Tertuliano, un teólogo latino del siglo III quien, señalando el contraste entre las prácticas de los romanos y las de los cristianos respecto a la sangre, dijo: “Deberíais avergonzaros de vuestro error en relación a los cristianos, que ni siquiera la sangre de los animales tomamos en los convites […]. Para tentar a los cristianos, queriendo desviarlos de su camino, les presentáis morcillas llenas con sangre, certísimos de que no les es lícito tomarlas. ¿Cómo hay que entender, pues, que creáis que ansían sangre humana los que confesáis aborrecen sangre de bestia?”.
Hoy en día los testigos de Jehová, cristianos para quienes la Biblia sigue teniendo gran importancia en la vida, continúan poniendo en práctica los consejos que ésta contiene, no sólo en lo relativo a este tema, sino también a otros como la neutralidad en los asuntos bélicos y políticos, el amor al prójimo, o las altas normas morales, a pesar de no ser muy populares en los tiempos que corren.
Desde luego, todo esto obliga a pensar en la importancia de ser humildes, saber escuchar, y respetar “al otro”. Me viene a la mente lo que escribió el profesor de derecho Charles Baron, de la Boston Law School: “La labor de las minorías que luchan por sus derechos a menudo ha beneficiado a la gente en general. En este tiempo, cuando el sida y otras enfermedades transmitidas por la sangre son una auténtica amenaza, la labor de los testigos de Jehová a la hora de promover cirugía sin sangre y otras técnicas médicas sin sangre ha beneficiado a todos los pacientes. Merecen nuestro agradecimiento”.
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