El barón de Guttenberg, Ministro de Defensa alemán, ha dimitido de su cargo. Karl-Theodor zu Guttenberg, un conservador bávaro de 39 años de edad a la derecha de la Canciller Angela Merkel, había presentado como un descuido la grosera falsificación de su tesis doctoral, en la que se detectaron copias textuales de artículos de periódicos y otros trabajos académicos en una medida y extensión que convertía el resultado en un fraude completo.
La actitud del Ministro en reacción al escándalo, casi más que el escándalo en si, incrementó la indignación, incluso entre sus correligionarios. El ministro calificó primero de «absurdas» las criticas, luego renunció a su titulo de doctor sin reconocer culpa, luego la reconoció pero la atribuyó a descuido con el manejo de las fuentes… La actitud del ministro ni hizo sino empeorar el escándalo, que con una dimisión más ágil habría sido mucho más elegante.
La Universidad de Bayreuth le retiró la semana pasada el título de doctor, mientras sus mentores académicos le tachaban de «embaucador» y unos 30.000 académicos y profesores firmaron una carta dirigida a la Canciller Merkel en la que se decía que el escándalo era una «burla» de la profesión académica. Aun peor fueron las grietas abiertas el pasado fin de semana en el seno de su propio gobierno, con la Ministra de educación Annette Schavan formulando reservas y reconociendo que el caso le «avergonzaba», pese al apoyo expresado por Merkel.
La Canciller persistió en su apoyo a Guttenberg, diciendo que ella no había fichado a un «colaborador científico, sino a un ministro de Defensa», pensando en la inoportunidad de una dimisión antes de las elecciones regionales de finales de mes en Baden- Württemberg, donde la CDU se juega el fin de un gobierno de medio siglo, pero el remedio de mantener a Guttenberg en el puesto se ha demostrado peor que la enfermedad. Las criticas por mantener a un descarado en el gabinete comenzaban a salpicarle.
El ministro ha calificado su decisión de dimitir como «el paso más doloroso de mi vida». También ha dicho que siempre estuvo dispuesto a luchar, «pero esta vez he alcanzado el límite de mis fuerzas». Si no dimitió antes fue porque no quería perjudicar a los soldados bajo su responsabilidad, ha dicho.
Guttenberg era una estrella ascendente en el espectro conservador alemán, que fue ministro de economía en el anterior gobierno de coalición de conservadores y socialdemócratas. Era el más apreciado político alemán en Washington –por su incondicional proamericanismo- y bajo su mando el ejército alemán está llevando a cabo la reforma que le permitirá un mayor intervencionismo internacional. Como ministro de defensa heredó el escándalo de la masacre de un centenar de afganos en Kunduz de septiembre de 2009, que acabó costando el puesto a su predecesor. El ocultamiento de información sobre aquel caso, siendo él ya ministro de defensa, lo consiguiió salvar arrojando por la borda a su viceministro y al inspector general del ejército, un militar de alta graduación. El caso del plagio de la tésis doctoral ha sido el escándalo más inocente de los que le han rodeado, pero el único en el que era imposible trasladar la responsabilidad a otros.
Apoyado activamente por los grandes medios de comunicación, Guttenberg, oriundo de una antigua familia del sur de Alemania, ha cultivado a consciencia su imagen en los últimos dos años. Como ministro de defensa ha visitado nueve veces Afganistán, siempre acompañado de cámaras y en una ocasión de su telegénica mujer, una bisnieta del Canciller Bismarck. Aunque la dimisión no acaba con la carrera de este joven y ambicioso político, y más bien es la única manera de salvarla, de momento lo aparta de ella.