¿En qué país vivimos que las víctimas de un delito deben cambiar toda su vida por temor a represalias?
A Jorge “Zul” de la Cueva un policía municipal de Guadalajara le robó su celular. El “servidor” se tomó una fotografía y, sin darse cuenta, la subió al perfil de twitter de la víctima. Hasta ahí, la estupidez del gendarme que robó a quien debía proteger nos causaba risa y hasta parecía que podría servir para sancionarlo.
Pero no. Aunque Jorge Zul denunció y movió cielo, mar y tierra para obtener justicia, las autoridades sólo le dijeron: no hay nada qué hacer.
Resultado: el policía tapatío sigue suelto y la víctima ha recibido amenazas. ¿Por qué? Él sólo hizo lo correcto.
El alcalde de Guadalajara, Aristóteles Sandoval, dijo: “Yo no puedo hacer más que el trámite administrativo”. ¿Eso qué significa?
¿Qué se supone que debemos hacer cuando la autoridad comete un delito? ¿Cruzarnos de brazos y esperar que no nos pase de nuevo? Ese policía debería estar encerrado y “Zul” viviendo tan tranquilo.
¿Qué esperan las autoridades, que le pase algo más a la víctima?
¿Cuál es la moraleja aquí? ¿Es mejor quedarse callado? No lo creo.
El domingo 20 de febrero varios ciudadanos acudimos a la Minerva para apoyar a Jorge de la Cueva. Algunos pensarán que no logramos nada, pero yo creo que es el principio. Es decirle a todos los corruptos y a los delincuentes NO MÁS. Estamos hartos.
Exigimos que le regresen a vida a “Zul” y a todas las víctimas de la delincuencia. NO MÁS.